Reconocería los pasos,
si los escuchará de nuevo,
sabría que era su sombra la que se abre camino por el sendero,
Con sus risas y palabras amables,
su barba gruesa y filosa,
su sombrero y su canciones hechas silbido.
Lo vería con su figura delgada pero endurecida,
su ojos profundos con la tierra dentro,
y una carcajada sonora que me recuerda lo vivaz que era,
pidiendo esas cebollitas que tanto odiaba,
escuchando sus canciones y viéndolo fumar espeso,
mientras se queda callado con la mirada en el horizonte,
en esas tierras altas de cultivos encumbrados,
donde era un rey.
Me parece verlo y sentir su presencia,
allí donde siempre lo vi,
mi abuelo llegaba y se iba sin parar,
era un espíritu andariego,
un caminante infatigable de historias y trabajo arduo,
que había hecho de sus manos rocas, fuertes y agrestes,
una piel ennegrecida por el sol,
y arrugas que le hacían respetar.
Ese era mi viejo... mi abuelo,
de sonrisa amable, de voz de trueno,
que cuando enfurecía hacia temblar,
pero casi siempre gracioso y pendenciero,
me dejo marcados bellos recuerdos.
de la gente hermosa de mi tierra,
de mis orígenes agricultores,
de mi procedencia campesina.
Por Renzo Corredor
No hay comentarios.:
Publicar un comentario